domingo, 23 de octubre de 2011

Extracto~~







—He aprendido la lección —dijo al ver que Rafael permanecía en silencio—. Debo ser más tolerante con las prácticas sexuales de los demás.
—Una interesante forma de decirlo. —Al final, bajó las alas y las plegó con pulcritud a su espalda—. No obstante, tan solo has atisbado la punta del iceberg.
Se preguntó si, a esas alturas, los dedos del presentador televisivo habrían llegado a las bragas de la vampira.
—Ya he visto suficiente. —Se ruborizó al percibir todos los actos sensuales que se desarrollaban tras ella.
—¿Eres una mojigata, Elena? Creía que los cazadores entregaban con toda libertad sus afectos.
—Eso no es asunto tuyo, joder —murmuró ella—. Si no nos vamos, aceptaré la oferta de Dmitri.
—¿Crees que me importaría?
—Seguro que sí. —Hizo frente a su mirada y se obligó a no retroceder—. Una vez que ese vampiro me clave sus colmillos, seré incapaz de caminar, y mucho menos de trabajar.
—Nunca había oído a nadie comparar el miembro masculino con un colmillo —murmuró él—. Tendré que contarle a Dmitri que tienes sus habilidades en muy alta estima.
Elena notó que el rubor de sus mejillas se intensificaba, pero se negó a permitir que le ganara aquella disputa verbal.
—Colmillos, miembro... ¿Qué más da? Para los vampiros, todo es sexual.
—Pero no para un ángel. El mío sirve para un propósito muy específico.
La lujuria (aguda, peligrosa e inesperada) llenó el pecho de Elena con tanta intensidad que apenas podía respirar. El sonrojo se desvaneció cuando todo el calor de su cuerpo se concentró en otro lugar. Un lugar mucho más bajo y húmedo.
—Seguro que sí... —dijo con dulzura. Permaneció firme, a pesar de que su cuerpo la traicionaba—. Satisfacer a todas esas fanáticas de los vampiros debe de resultar agotador.
Los ojos del arcángel se entrecerraron.
—Esa boca puede acarrearte problemas que no serías capaz de manejar. —No obstante, contemplaba su boca con una expresión que nada tenía que ver con la censura. Miraba sus labios como si deseara que le recorrieran la piel.
—Ardería en el puñetero infierno antes que... —dijo ella con voz ronca, a pesar de que sentía la sangre cada vez más densa.
Rafael no se molestó en fingir que no había comprendido el significado de aquel comentario salido de la nada.
—En ese caso, me aseguraré de que estemos en el cielo cuando suceda. —Los ojos de color añil estaban cargados de desafío cuando se volvió para abrir la puerta.
Elena salió con cautela... después de echar un último vistazo culpable a la fiesta. Dmitri la miró fijamente mientras rozaba con los labios la piel cremosa del cuello de la rubia y deslizaba las manos muy cerca de sus pechos. Mientras la puerta se cerraba, Elena pudo ver el brillo de sus colmillos. Se le hizo un nudo en el estómago provocado por una depravada sensación de anhelo.
—¿Serías dulce en su cama? —le susurró Rafael al oído; su voz fue como una espada afilada—. ¿Gemirías y suplicarías?
Elena tragó saliva.
—No, joder... Ese tipo es como una tarta con doble capa de chocolate. Tiene buen aspecto y querrías comértela entera, pero en realidad es demasiado empalagosa. —La naturaleza sensual de Dmitri resultaba agobiante, densa, como una manta que repelía a pesar de su atractivo.
—Si él es una tarta, ¿qué soy yo? —Aquellos labios crueles y sensuales se deslizaron contra su mejilla, contra su mandíbula.
—Veneno —susurró ella—. Un veneno hermoso y seductor.
Tras ella, Rafael se quedó tan quieto que Elena recordó la calma que precede a la tormenta. No obstante, cuando la tormenta llegó, se descargó en forma de una voz sedosa que se introdujo en su interior y la dejó desnuda.
—Y aun así, preferirías ahogarte en el veneno que darte un festín con la tarta. —Apretó las manos sobre sus caderas.
Elena tenía la lujuria atascada en la garganta, exigente y brutal.
—Pero ambos sabemos que tengo una pronunciada vena autodestructiva. —Se alejó de él, apoyó la espalda contra la pared y levantó la vista para mirarlo, deseando que su cuerpo dejara de prepararse para una penetración que ella nunca permitiría—. No estoy dispuesta a convertirme en tu juguete roto.
Puede que las líneas del rostro del arcángel fueran la encarnación de la masculinidad, pero en aquel instante, sus labios eran pura tentación: suaves, turgentes, sensuales de una forma en que solo puede serlo la boca de un hombre.
—Si te tumbara sobre mi escritorio e introdujera mis dedos dentro de ti en este mismo momento, creo que descubriría algo muy diferente.
Los muslos de Elena se contrajeron en un espasmo de necesidad que recorrió todo su cuerpo. En aquel instante, lo único que podía ver era la imagen de aquellos dedos largos y fuertes entrando y saliendo de su interior mientras ella yacía indefensa. Y cerrar los ojos solo empeoró las cosas, así que los mantuvo abiertos y concentró la mirada en el brillo negro de la pared de enfrente.
—No sé qué clase de mierda lasciva flota en el ambiente de este edificio, pero no quiero formar parte de ella.
Rafael se echó a reír, y el sonido de su risa estaba cargado de oscuros y eróticos conocimientos.
—Si esto te parece lascivo, es posible que hayas llevado una vida mucho más protegida de lo que yo creía.
Era un desafío que la retaba a responder. Elena luchó por controlarse. Así que no estaba tan abierta al sexo como algunos de los demás cazadores... Bueno, ¿y qué? Le daba igual que aquella panda testosterónica le hubiese puesto el apodo de Virgen Vestal cuando rechazó a sus miembros uno tras otro. En realidad no era virgen, pero si eso la mantenía a salvo de los juegos eróticos de Rafael, le seguiría el juego.
—Quiero seguir llevando esa vida protegida, gracias. ¿Podemos marcharnos de este lugar antes de que me quede dormida?
—Mi cama es muy cómoda.
Se habría dado de bofetadas por ponérselo tan fácil, sobre todo cuando su cerebro empezó a suplicar mostrándole imágenes de él en la cama, con las alas extendidas, los muslos desnudos y la po...
Elena apretó los dientes.


Título del libro: Gremio de los Cazadores 01 - El ángel caído
Autor: Singh Nalini 
Editorial: Debolsillo



Es que me ha encantado la escena, echaba de menos la romántica, todo hay que decirlo, me parto el culo con ellaaaaaaaa xD
Me encanta!!!!!!

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Sentía un dolor casi físico cuando el conde y la condesa entraban al mismo tiempo.. su amor mutuo era evidente, un vinculo genuino que les proporcionaba seguridad y felicidad. Hasta Logan y Serah intercambiaban a veces unas miradas que ponían de manifiesto que se gustaban. Esas miradas, ese amor, llenaba a Kylar de un anhelo tan hondo que creía que le abriría un hueco en el pecho. No era simple hambre; una rata de hermandad conocía el hambre igual que conocía las alcantarillas donde se acurrucaba buscando calor en invierno. El hambre no era comoda, pero resultaba familiar y no era algo que temer. Lo suyo era una sed, como si su cuerpo entero estubiese reseco, cuarteado, a punto de desmigajarse. Moriría de sed a orillas del lago más grande del mundo.

Todo aquello le estaba vedado. Para él, ese lago era un océano.

Era agua salada que solo le daría más y más sed, hasta causarle la locura y la muerte. El amor era la muerte de un ejecutor. Locura, debilidad, vulnerabilidad y muerte, no solo para el propio ejecutor, sino también para cualquiera que lo amase. En la vida de Azoth todo era muerte. Había jurado no amar jamas, pero cuando lo prometió no había visto nada parecido a lo que el conde y la condesa compartían. Resultaba tolerable si por lo menos le importase a alguien.


El Ángel de la Noche 1, El camino de las Sombras de Brent Weeks


Feveradicta *¬*


Mi diplomita :3

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muchisimas gracias Karol!! ^^

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